QUE PODÍA"
Martes, 10 de
Diciembre de 2013 09:33
Ascensión cumplió
88 años en un avión para hablar a una juez argentina de su padre fusilado
El País / NATALIA
JUNQUERA / 09-12-2013
Ascensión Mendieta,
hija de fusilado, sujeta el cartel con la foto de sus padres que lleva a todas
las manifestaciones por la memoria histórica. /ULY MARTÍN
Ascensión Mendieta
Ibarra cumplió 88 años en un avión a Buenos Aires el pasado 29 de noviembre. Ha
tenido que hacer un viaje muy largo, de 10.000 kilómetros, para pedirle a
la justicia de un país en el que no conoce a nadie ayuda para
recuperar los restos de su padre, enterrado mucho más cerca de su casa de
Madrid: en una fosa común con otros 16 hombres en Guadalajara. “Estoy muy
contenta. He vuelto con mucha ilusión. Ahora, si me muero, que me tocará
pronto, ya sé que he hecho todo lo que he podido por recuperar los restos de mi
padre. Le he dicho a la juez que quiero llevarme a la tumba por lo menos un
hueso suyo. Puedo morirme tranquila”, explicó ayer a EL PAÍS, recién llegada de
Buenos Aires.
Acensión Mendieta
no solo está contenta. Está orgullosa del esfuerzo que ha hecho, como el resto
de la delegación de 16 víctimas del franquismo que acaba de regresar de Buenos
Aires tras declarar en el juzgado que lleva la causa por los crímenes de la
Guerra Civil y la dictadura. Envuelta en una bufanda que le da varias vueltas
al cuello, Ascensión cuenta que cogió una bronquitis por el cambio de
temperatura. Allí era verano, hacía 36 grados el día que llegó. Tenía fiebre el
día que atravesó las puertas de un juzgado argentino para contar durante dos
horas qué ocurrió el 16 de noviembre de 1939, cuando su vida se torció para
siempre. “Mi tía envió un telegrama a mi madre: ‘Baja a Guadalajara,urgente’,
decía. Ella llegó a la cárcel y se encontró con que habían fusilado a mi padre.
Ya lo hemos enterrado, le dijeron. Y mi madre volvió a casa sola”.
Ascensión tenía 13
años y el más pequeño de sus hermanos aún no había cumplido uno, cuando su
padre, Timoteo Mendieta, fue ejecutado tras un consejo sumarísimo en el que
había sido condenado a muerte por “auxilio a la rebelión”. Le había denunciado
un vecino y un militar. Era presidente de UGT en el pueblo y tenía 41 años.
María Ibarra regresó
a Madrid, adonde se había desplazado con sus siete hijos desde la detención de
su marido. Se había casado con Timoteo en contra de su familia, que no aprobó
que eligiera un marido de izquierdas. “Por eso no la ayudaron cuando mi abuelo
murió”, relata Chon Vargas, hija de Ascensión, a la que acompañó a Buenos
Aires. “En Madrid vivía con su suegra y un cuñado suyo: diez personas en una
habitación. El hijo más pequeño dormía en la tapa de un baúl”.
“La Guardia Civil
la detuvo dos veces después de que mataran a mi padre”, recuerda Ascensión. “La
segunda tuvo que pagar una multa de 3.000 pesetas para salir de la cárcel”.
Para sacar a sus siete hijos adelante, María Ibarra había vendido la pequeña
mula que tenían y se había dedicado al estraperlo, cambiando loza por judías.
“La multa de 3.000 pesetas la pagó vendiendo a sus hermanos unas tierras que le
pertenencían por herencia”, relata Chon.
De todo esto estuvo
hablando Ascensión Mendieta durante dos horas en un juzgado argentino mientras
una secretaria judicial tomaba nota. “Me da pena que esto no haya podido ser en
España. Es una vergüenza que no nos hayan hecho caso. A las víctimas de ETA les
hacen homenajes, y a estos pobres, como mi padre, que han dado su vida por la
libertad y la democracia no les han hecho nada. Y encima tenemos que escuchar a
uno del PP, Rafael Hernando, diciendo que
hacemos esto por dinero. Eso me indignó. ¡Todo lo estamos pagando
por nuestra cuenta!”.
Ascensión está
convencida de que todo ese esfuerzo ha valido la pena. Al día siguiente de
prestar declaración en el juzgado, se reunió, acompañada de otras víctimas, con
la magistrada argentina que lleva la causa, María Servini de Cubría. “¡Mi madre
se la comía a besos!”, recuerda Chon Vargas. “La juez la escuchó y nos dijo que
le preocupaba mucho el asunto de las exhumaciones”.
Ascensión también
quiso hablarle a la juez de su hermana Paz, fallecida el año pasado. Juntas
acudieron a muchas manifestaciones a favor de la recuperación de la memoria
histórica con un cartel con la fotografía de sus padres. “Ella se ha muerto sin
haber podido ver un hueso de padre. Pero yo voy a intentar conseguirlo por
ella”, explica.
Cuando Ascensión salió
del juzgado, los otros 15 querellantes que la acompañaron a Buenos Aires la
aplaudieron. También ellos están esperanzados. “Argentina es uno de los lugares
del mundo donde mejor entenderán nuestra tragedia”, asegura José Luis Galán,
hijo y sobrino de represaliados. “Esto es una carrera de fondo”,
explican. Billy el Niño y el capitán Muñecas
han perdido su pasaporte. Y las víctimas preparan nuevas
imputaciones.
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