Obreros desaparecidos
Guido Almaraz vuelve a lo que alguna vez fue la fábrica
donde trabajaban 1200 obreros, unas de las principales empresas de los Bunge y
Born. Allí es donde secuestraron a su hermano y a otros 26 trabajadores. Hoy
sus hijos reclaman justicia.
Por: Laureano Barrera
Guido Almaraz extiende la mano hacia adelante y separa los
cinco dedos.
-Esto era un hormiguero-, dice.
Mientras lo dice, parece estar viendo más lejos que esta
calle empedrada en silencio, volviendo a un lunes cómo éste pero de hace cuarenta
años, cuando la empresa Molinos Río de la Plata era la nave insignia del
imperio Bunge y Born y no estas seis manzanas casi desiertas: apenas el pellejo
de una bestia muerta. Cada atardecer, 1.200 obreros peregrinaban por Dean Funes
hasta la avenida Mitre, las paradas de colectivo, o los bares de la zona a
tomar cerveza o vino.
Guido vuelve a este sector de la fábrica después de 36 años.
“Esto me trae tantos recuerdos” dice, y su voz tiembla, como en los viejos
contestadores automáticos. “Mirá: allá,
donde está aquél toldito verde, estaba la entrada para los obreros. Hacías dos
metros y tenías todas las máquinas para marcar tarjeta”.
Molinos Río de La Plata producía yerba, azúcar, aceite,
manteca, mayonesa, cerveza, vino, alimento para perros, y muchos otros
productos comestibles. Guido, un santiagueño que migró a Buenos Aires a los 16
años a probar suerte, empezó trabajando a 200 metros del lugar donde conversa
con Infojus Noticias, en el área de producción de mayonesas: aprendió que se
hacía mezclando azúcar y sal, y agregándole mucho huevo y jugo de limón.
“Ahí estacionaron los
camiones del Ejército”, dice señalando el toldo verde. El 7 de julio de 1976,
tres camiones militares levantaron –según algunos testimonios- unos 70 obreros.
Muchos integran la lista de los 26 trabajadores que entre marzo de 1976 y fines
de 1978 fueron secuestrados y desaparecidos. Guido no tiene pruebas, pero sí
una certeza:
- Fueron ellos.
Asi empezó la entrevista, en un bar tradicional de la
avenida Mitre al 300, Avellaneda. “No tengo pruebas, pero viví esa época y sé
que fueron. Los militares tenían papeles, listas, seguro con domicilios y
detalles. Sino por qué se llevaron a los compañeros más combativos?”.
-¿Fue aumentando la tensión a medida que se acercaba el
Golpe?
-Fue como que se apagara la luz de la noche a la mañana.
Cuando llegué el 24 a las dos de la tarde, los compañeros ya comentaban que no
podía haber reuniones ni comentarios. Volvimos al régimen de la dictadura de
Lanusse, cuando ni siquiera podíamos ir al baño.
Ricardo Avelino Almaraz, el hermano menor de Guido, entró a
trabajar a la fábrica a principios de los ’70, y pronto se convirtió en un
referente de los operarios. “Con una paciencia bárbara, se llevaba a los
gallegos y los tanos que venían sólo a trabajar a un bar de abajo del Puente
Viejo, y charlaba con ellos sobre sus derechos. Llegó un momento en que el bar,
que era muy grande, ya no daba abasto”, cuenta su hermano.
-¿Cómo lo recordás a tu hermano?
-Él era un tipo muy inteligente y creativo. Él soltaba
algunas cosas que yo entendí mucho después, con el tiempo. Nosotros hicimos dos
tomas de la fábrica. En la segunda, por ejemplo, él se le ocurrió poner
montículos de alimento para perros (que había en la fábrica) para distraer a
los perros de la policía. Otra vez, inventó que se había pinchado la goma de
uno de los camioncitos remolcadores y enganchó comida envasada y la llevó con
la rueda baja a Villa Tranquila, que estaba cerca. Él negoció con la empresa
que el alimento que cumplía la fecha de vencimiento se entregara a los vecinos,
en lugar de tirarlo.
Un día, a Ricardo lo llamaron a una reunión en la gerencia.
Regresó a los pocos minutos. “Me dijo que le habían ofrecido un cheque en
blanco para que llenara y se fuera del país, y que le compraban una casa en el
país que eligiera. Yo sabía que él lo había rechazado, no tenía ni que
preguntárselo. Pero sí quería saber qué les había contestado. Me dijo ‘nada, le
dije gracias, me di vuelta y me fui’”.
Una semana después fue secuestrado de su casa de Lanús Este,
en Pirovano 1829. Irrumpieron de madrugada y se llevaron también a su cuñada. A
la beba recién nacida la dejaron con la abuela, en la casa de enfrente. Le
secuestradores –algunos dijeron que tenían uniformes policiales- saquearon
hasta las colecciones de José Larralde que tenía.
-¿No supiste nada más de él?
-No, a algunos compañeros suyos los vieron en la comisaría
4ta de Avellaneda. Una travesti que estaba detenida conocía del barrio a uno de
los obreros que pasó la noche del secuestro ahí. Y esos policías nos conocían.
Pero no tenemos certezas.
Tres hijos de obreros desaparecidos -Analía Fernández, hija
de Francisco Fernández, Roxana Freitas, hija de Avelino y Ernesto Ceferino
Mattaboni, hijo de Rubén-, se presentaron a fines de septiembre pasado una
denuncia judicial para que se investigue si hubo complicidad empresarial con
las desapariciones de los trabajadores. El 5 de febrero, se retomarán las
declaraciones en la causa, con obreros de aquella época y familiares de los
desaparecidos.
-¿Qué te genera, después de tanto tiempo, la causa judicial
en la que se está investigando?
-A mí me parece bien. Yo voy a hacer lo que tenga que hacer
para mi hermano y los compañeros, lo voy a hacer con el orgullo más grande. Yo
he convivido con ellos, aún en distintos horarios, yo conocí a cada uno de los
trabajadores de Molinos. Puedo equivocarme en un horario, un día, pero yo viví
todo lo que pasó.
Tomada de http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/volver-a-molinos-rio-de-la-plata-36-anos-despues-3012.html
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